Este pasaje orquestal es uno de los momentos mas claramente wagnerianos de la ópera, por su densa textura sinfónica y por la manera en que se entrelazan y despliegan los diversas líneas melódicas, entre las que volvemos a oír el tema central de la ópera, enunciado al comienzo de la obertura y desarrollado plenamente en la escena inmediatamente anterior a esta, la oración de la noche.
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